Exposición foto y texto
José Hernández-Claire, Omar Delgado y Ada Erika Figueroa
Memoria fotográfica de un pueblo:
Rostros y
miradas de un llano grande
Un pueblo entraña cada pueblo del mundo. La dinámica de un pueblo es arquetipo, un conjunto armonioso de desolación, gozo, y los más básicos y genuinos afanes humanos. Es espacio de dimensión minúscula y, a la vez, un gran caldo de cultivo para cualquier drama de hondura individual y colectiva. Por tanto, un pueblo es un sitio donde se tejen y se zurcen historias paradigmáticas que pasan de voz en voz, de relato en relato, para fortalecer el sentido de pertenencia, de raíz común, de arraigo.
En un pueblo hay un santo patrono, una fiesta que regresa a los hijos ausentes, un billar, un burdel; un cúmulo de oficios, de personajes citables y paisajes desolados que -gracias a la persistencia del recuerdo y a la oralidad- transforman su color ocre terregoso en un verde vigorizante, un verde infancia-adolescencia-juventud. Una tonalidad a la que pertenecen los más vibrantes recuerdos de cualquier habitante de un territorio emocional.La memoria fotográfica de un pueblo. En este caso, de un pueblo del Sur de Jalisco, que hoy llamamos San Gabriel, puede ser la memoria de todas las pequeñas geografías y sus imprecisos límites. Es un homenaje a todos los nombres (sin nombrarlos), a todos los sencillos linajes, a todos los barrios y sus rostros. Ilustres o no, referidos en las crónicas locales o no, pero todos –como instantáneas en la memoria– con un espacio ganado en la historia del colectivo.
Ada Erika Figueroa